Si tú supieras que ese iba a ser el último beso, ¿cómo lo
habrías dado?
Ya, yo también. Eterno.
La primera vez nunca se olvida. Nunca, es cierto. Juega con
la ventaja de saberse especial desde antes de suceder. La primera vez sabe que
eres plenamente consciente de que es única.
E irrepetible. Como la vigésimo tercera. Todas la son.
A excepción de la última. La última se repite, la última va
mudando de forma. Nace junto a la primera vez y se va desplazando, avanzando,
hasta que un día llega a ser La Última Vez.
Es la más especial, la más puta. No sabes cuándo va a venir
y cuando llega ya es demasiado tarde. O quieres que llegue y no está ni cerca.
O supones que ya sucedió y huye hacia adelante, apareciendo de nuevo cuando la
creías pasado.
Imprevisible, muy perra. La Última Vez es complicada hasta
de recordar. Sobre todo cuando no la esperas. Mal grabada en la memoria. Repentino
sabor amargo cuando descubres que es lo que es, La Última.
Hasta los inconscientes nos arrepentimos. Y los idiotas maldecimos. Lloramos. Lloramos
sonriendo, porque si nos duele es que, al menos un segundo, fue verdad.